lunes, 17 de mayo de 2010

Frescos del Papa, Bush y Gorbachov


Desde Bucarest, bajo ese mismo título, en el otoño de 2002, una noticia que bien hubiera podido pasar de anecdótica, me ha puesto al tanto con uno de los pocos acontecimientos políticos que desafían la metafísica, ya que en casos como este, el subconsciente no transciende y no administra la conciencia, sino que la taladra, perfora y la convierte en puro colador periodístico.
Insertada por El País (23 de noviembre) en la página Gente, que poco a poco, ha logrado suplantar a los célebres Avisos, de hace muchos siglos, en puro cotilleo hispano, la primicia informaba que, desde ahora la figura del presidente de Estados Unidos, George W Bush, adorna, junto a la de Juan Pablo II y el ex líder soviético Mijail Gorbachov, las paredes de una iglesia de Rumanía, en muestra de agradecimiento por la invitación al entrar en la OTAN. Interrumpo ahí las líneas (hay más, igual de significativas), aguantándome el asco experimentado cuando la primera lectura, la que me ha determinado ampliar el texto para mi propio archivo, que es de donde le extraigo ahora, dejando otros para más tarde o para nunca. Y lo hago porque según las noticias al día, que versan sobre las elecciones de hace pocos días, descubro que la protección que se esperaba ha resultado benéfica para los que han tenido la iniciativa del mencionado cuadro votivo: han ganado. Y es seguro que les dedicarán otros frescos más.
Vuelvo así a lo escrito en aquel entonces, para puntuar. Primero, Rumanía no tiene por qué agradecer su entrada en la OTAN porque es la OTAN la que ha entrado en Rumanía, el presidente G. W. Bush descubriendo que, más allá de acercarse a los Urales, disponía de un puente gratis hacia Irak y países aledaños. Segundo, como Sumo Pontífice, el Papa no tiene atribución alguna para interceder en menesteres militares que no promuevan la paz. Mijail Gorbachov es, como dice la nota, un ex líder soviético. Sin duda alguna, el mejor que todos los lideres de la URSS, cuyo valor, cuando la caída del Muro de Berlín, han sido decisivas para la paz en Europa. Pero, al mismo tiempo, el líder soviético más desengañado: promotor del fenómeno perestroika, de tan claros beneficios para el mundo, menos para la URSS, donde ha resultado ser un artilugio ideológico sin base preparada, algo así como una nave cósmica que se ha estrellado en un mundo de somnámbulos. Tercero, jamás sobre las paredes de las iglesias rumanas, seguidoras de la ortodoxia griega, se han retratado semejantes figuras votivas. Cuarto, pero no para terminar, considero que la decisión de eternizar en fresco esta trinidad pasajera representa una blasfemia.
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Cosecha del esfuerzo conjunto y suma del pensamiento sonlocado de las autoridades religiosas y políticas rumanas de hoy, las que pastorean, administran y se empeñan en regar con promesas dadaístas un país que se parece cada vez más al desierto de Gobi, con muchos millones de rumanos “huidos” allende los confines patria y más de la mitad de los restantes agonizando sobre el umbral de la más negra pobreza imaginable; algo que Rumanía no ha conocido en toda su historia.
Conjeturas, las cuatro, que dan pie a varias, motivadas preguntas. ¿Quién ha sido el promotor de esta profanación religiosa y pornografía política? ¿Quiénes han apadrinado semejante alumbramiento contra naturaleza? Por fin, ¿han sido consultados y han aceptado los tres la inesperada consagración, integrando así el primer, gracioso grupo de apóstoles abortados por la sagrada globalización?
No son interrogantes de un refitolero. No revuelvo el ajo de nadie. Simplemente, pregunto sin esperar respuestas. Porque son tan sencillas que no exigen cansancio ninguno. Es más que seguro, empiezo con la última, que no hubo tal consulta. Como Sumo Pontífice, el Papa se deja fotografiar con toda la gente, incluidos los políticos, y su retrato tiene que estar presente en todos los templos católicos. Pero, creo yo, no hubiera autorizado de ninguna manera, su imagen en una iglesia ortodoxa, en un fresco como éste, acompañado por los mencionados líderes políticos.
Me conservo de este modo, la consideración - que no es poca - para los tres, convencido que no han prestado sus rostros para aparecer en cuadros votivos, entre santos y fundadores de templos religiosos. Los que han decidido enriquecer la patrística bizantina son los que tienen acceso directo y obligación para tomar decisiones de ésta y de todas otras naturalezas.
He callado algunas líneas de la noticia que encabeza y motiva estos apuntes. Dicen: ... en el fresco, George W. Bush está vestido de traje oscuro, con una expresión muy seria y las manos alargadas a la manera de los iconos bizantinos tradicionales.
Es un pormenor útil y estremecedor. El último lo pongo yo: la iglesia bendecida por el bienaventurado patriarca rumano Teoctist, el bien elegido presidente del país, Ion Iliescu, y por el bien encontrado ministro de cultura y cultos, Răzvan Theodorescu, para dar cobijo a esta pornografía política, se halla en Petreşti, comarca cercana a Târgovişte. Antigua y tercera capital de Rumanía, cuando ésta se llamaba Valaquia y se hallaba bajo el mando del príncipe Vlad el Empalador, que ha salido de la historia para entrar en la leyenda con el nombre de Drácula.
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El único personaje de la literatura universal que no ha sido consagrado por una obra como Don Quijote, sino por él mismo y varios anónimos asimilados luego, para su gloria, por Bram Stoker. Una injusticia literaria, como la de la historia, puesto que en su siglo, también de Luís XI, nadie empalaba más y mejor que el príncipe valaco, sin dañar órgano vital alguno. Para que los infelices, de cara a las brasas del ocaso, puedan escrutar más horas la vida desde la punta del palo y la despedida de ésta fuera igual de larga como el sufrimiento mismo. Nadie sabía, en su tiempo, aprovechar las ventajas guerreras del miedo y de los ataques nocturnos, aprendidas del mismismo Mehmet II, el Sepulturero de Bizancio. Tal como queda escrito en la biblioteca: en los comienzos del verano del 1462, al enterarse Vlad del apremiante deseo de Mehmet en hacerle una visita, le había preparado un grandioso espectáculo, justo a la entrada de Târgovişte: a lo largo de 3 km., con 1 km. de ancho, todo un bosque de picas, cada una con su “huésped” – entre 10 y 18 mil dicen la crónicas – todos ellos soldados del Islam, entre éstos Hamza, baja de Giurgiu, quemado y conservando aún sobre los huesos reverdecidos los andrajos de terciopelo rojo de sus bombachas.(Nicolae Iorga)
Tanto le ha impresionado al sultán el boscoso paisaje, que ha pasado de largo, dándose vuelta a toda prisa, sin pararse hasta alcanzar la ribera derecha del Danubio - conuersum in fugam, ad Danubium, cum magno suorum cede et ignimimia regredi coegit (Johannes Cuspinianus), reconociendo el fracaso con la honradez que le era propia: no puedo conquistar el país de uno que hace cosas tan grandes.(Calcocondil).
Razón suficiente para que, muy tarde, recordando sus victorias contra los turcos, la lucha contra la corrupción de los boyardos y las muchas justicias para los pobres, un artista anónimo le retratara en el pronaos de la Iglesia Obispal de Curtea de Argeş. Retrato borrado en 1828 por disposición de Ilarion, obispo de Argeş.
Sin retrato alguno y sin tumba conocida – está claro que la de la Iglesia de Snagov no es suya -, nos quedamos con las leyendas, la falsa novela de Bram Stoker y los versos pedestres de Victor Hugo: Vlad, boyard de Tarvis, appelé Belzebuth / Refuse de payer au sultan son tribut... (La légende des siècles). También, con la pintura del Castillo de Ambras, las ruinas de la fortaleza de Poienari, las del Palacio voivodal de Bucarest y la Torre del Crepúsculo de Târgovişte.
Târgoviste, la ciudad donde, dicen, habrá de ser mal juzgado y mal ejecutado, el 25 de diciembre de 1989, día de Navidad, mientras canturreaba La Internacional, nuestro mal nacido Nicolae Ceausescu, cuya tumba tampoco se conoce.
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En la comarca de Petreşti, cercana a Târgovişte, lo sabe todo el mundo, ha visto la luz la omnímoda Elena, esposa del Ceausescu. Elección - la de la iglesia - nada casual, creo yo, para tal escarnio, decidida por los actuales poderes religiosos y políticos de Rumanía. A los que se les ha perdido de vista un detalle que tampoco el autor de la noticia lo ha tenido en cuenta: las crónicas y los iconos bizantinos han conservado y nos han hecho llegar hasta hoy una imagen muy parecida a la del presidente Bush, con manos alargados a la manera de los iconos bizantinos. Es la del emperador Basilio II, el Bulgarotócno, que después de la batalla de Kimbalongu, de 1014, al apoderarse de 15 mil prisioneros búlgaros, ha dispuesto coronar su triunfo de una manera especial, sacándoles los ojos. Todavía, muy piadoso: a cada cien ciegos, un tuerto. Para guiarles por las tenebrosas mazmorras bizantinas.
Nota: Enviado al periódico de Madrid que había difundido la trascendental noticia, este texto ha sido echado al cesto. Y era lógico. En junio de 1997, durante una escala técnica de cuatro horas en Bucarest, llegando desde Madrid, donde a Rumanía se las habían cerrado las puertas de la OTAN, Bill Clinton, perito en agujeros, al recibir de las manos de Petre Roman, presidente del Senado, una de aquellas banderas rumanas agujereadas en la Navidad del 1989, le había halagado con sendas palabras: ¡gracías por el poncho! ...poncho. Ni siquiera mantel. Que tampoco hubiera venido mejor: el día viernes, 7 de febrero de 1997, mi último día de Embajador de Rumanía en España, le había preguntado a Javier Solana, Secretario general de la Alianza Atlántica y alto visir de los Balcanes: ¿cómo será recibido mi país en la Cumbre de Madrid? Y éste, apoyando la izquierda en mi hombro derecho (nos teníamos cierta confianza desde cuando era ministro), me ha cortado en seco: Embajador, no te preocupes, en Madrid habrá un menú rico y variado para todos. Su respuesta ha sido mi último telegrama en cifra. Ni poncho, ni mantel: Rumanía no ha sido invitada a la cena.